Un mapa, quizás uno
de los objetos relacionados con los viajes que más me gustan. Porque casi todo viaje comienza a ser planeado con
un mapa. Apoyar el dedo índice e
imaginarse en ese lugar, unir puntos, calcular recorridos, siempre ha sido
una de mis actividades predilectas para los sombríos domingos bonaerenses. Ya
desde chico soñaba con encontrar un mapa del tesoro, bien ajado y marrón,
parecido al del TEG, con las letras “u” reemplazadas por “v” y una “x” grandota
que marque el objetivo a cumplir. Es que un mapa significaba siempre un
territorio por conquistar, algo nuevo hacia lo que uno se aventuraba. Cambiar
una palabra como, por ejemplo, Carlos Paz o Bariloche, por un recuerdo vívido,
una experiencia que le dé un significado más concreto a ese otro mapa, más
grande e imaginario, que siempre llevo en la cabeza para representarme todo ese
mundo que sé que está allí afuera, más allá de mi casa o mi barrio. Porque ése
es el que los sintetiza a todos, es una mezcla de nombres de lugares, historias,
personas, imágenes, en el que de alguna manera acomodo esa idea tan inabarcable
que para mí es nuestro planeta y le voy agregando, siempre que puedo, un nuevo
detalle.
Y de ése gran collage
elijo tres relatos en los que los mapas son protagonistas.
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1998. Salimos a la ruta |
I Un
error de cálculo
18 años. Empezaba a cumplir el sueño de mi vida, ir al sur
de mochilero con amigos. Y allí estábamos, los tres, en Neuquén. Habíamos
llegado en micro y a partir de ahí nos moveríamos a dedo. Como yo había ido
varias veces con mi familia a la Patagonia, con decisión agarré el mapa y sin
dudar dije: en lugar de bajar hasta Bariloche, vayamos por acá, por Zapala
hasta San Martín de los Andes.
Yo estaba convencido de ir por allí porque me
acordaba de que
Mafalda, en la
historieta, comenzaba a recorrer los lagos desde allí, y también porque recordaba
que a mi viejo le había gustado más ese camino. Al otro día entendería por qué.
De Neuquén a Zapala llegamos de tres tirones, en un rato. Nos quedamos a dormir
en la terminal y a la mañana siguiente salimos a la ruta para el último tramo,
unos 245 kms. Hacía frío, había mucho viento y…
no pasaba nadie. No era que no nos paraban, simplemente
no había un alma en la ruta, ni un
cardo de ésos de las películas de cowboys, nada. Por eso le había gustado a mi
viejo. Casi toda la mañana estuvimos allí, cambiando cada tanto de lugar, como
si diez metros más acá o allá fuera a cambiar nuestra suerte, hasta que una
viejita que apenas si asomaba cabeza por encima del parabrisas, se animó a
subirnos a su Renault 19. El viaje fue inolvidable, porque a la excitación de
que finalmente te levanten se le sumó la forma temeraria en que manejaba la
señora. Pisaba el acelerador de manera entusiasta mientras iba de banquina a
banquina en una ruta, afortunadamente, desierta. Si puedo escribir esto es
porque, lógicamente,
llegamos a San
Martín, un tanto pálidos, es cierto, pero
muy contentos no sólo de empezar el recorrido sino, sobre todo,
de estar vivos.
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Mis amigos Miguel y Chacho |
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La viejita amante de la velocidad |
II El imposible
El plano era de la guía de El País, la cuidad El Cairo.
El resultado, nunca llegar al lugar que
uno se proponía. No importaba que tan cerca pareciera que estaba, que tan
recto fuese el camino. Al final algo pasaba, una esquina que no figuraba o un
cartel que no estaba, y uno tenía que
preguntar. Y preguntar en El Cairo es
meterse en un laberinto sin fin, porque todos se ofrecen, solícitos, para auxiliarte,
y amistosamente dicen acompañarte hasta tu destino, pero todas y cada una de
las veces en algún momento se desvían y te terminan llevando a su tienda, o se
pierden y tenés que tomar un taxi (igual de problemáticos), o te quieren vender
algo, o algún otro tipo de estafa menor, pero nunca, nunca, te ayudan realmente.
Y así regresabas al hotel, agotado y frustrado, por haber dado mil vueltas para
visitar una sola atracción, y revisabas nuevamente el mapa y programabas la
futura jornada. Pero no había caso, porque el plano no sólo estaba simplificado
sino que estaba en nuestro idioma. Y la barrera idiomática era insalvable, una
calle que figuraba como “El Geish” o “Port Said”, era imposible de encontrar
porque los carteles estaban en árabe, y ahí te quedabas con tu mapa, paradito,
bajo el sol inclemente de Egipto, convertido en presa fácil. Al principio te
resistías, mirabas para otro lado, confiabas en que el instinto te ayudaría.
Pero más temprano que tarde volvías a
necesitar preguntar y te entregabas mansamente a la voluntad egipcia de
llevarte a donde ellos quisieran. Y así fue, no importaba si era una
mezquita, un museo, o el mismísimo Nilo, nunca logré ubicarme en esa bulliciosa
ciudad que terminó mostrándome lo que ella dispuso.
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El Cairo, ciudad inasible |
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Callejones inesperados |
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Carteles ilegibles |
III El mapa perfecto
Planeando el viaje a Sudáfrica, tuve la suerte de
contactarme con Roberto, un argentino que era guía de turismo en ese país. Y resultó
ser un copado que no tuvo ningún problema en darme una gran mano para armar el
itinerario. Sugerencias, consejos, trucos, toda clase de datos para aprovechar
al máximo los nueve días que tenía. Pero lo más genial, lo que fue realmente
único, fue el recorrido que me pasó para el Parque Kruger, que era mi gran
objetivo. La descripción era impresionante, milimétrica: “Van a pasar dos puentes bajos, uno sobre el río Sabie y otro sobre el río
Sand. Paren a ver qué se ve. (…)Después, al poco tiempo, van a ver que a la
derecha se ve cada tanto un río. Miren, en los bancos de arena suele haber
leones durmiendo al sol. (…)Y, ojo, los leopardos siempre prefieren los grandes
árboles sobre el río, y todos van al río a beber.” Así lo detalló todo y,
dicho y hecho, fue prácticamente infalible. Los tiempos, los recorridos, todo
salió tal cual lo planeado. Perfecto.
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El mapa del Kruger |
Y así va quedando mi atlas imaginario, formado por distintos retazos de
los mapas de papel, como un gran collage de nombres y fotos, delineando "mi" mundo.
*¿Qué es Veo Veo? Es, ante todo, un juego,
una excusa para conocer lugares de la mano de otros viajeros, contarnos
historias, viajar aunque no tengamos la oportunidad de hacerlo, encontrarnos.
Es viajar con los sentidos. Se realiza una vez al mes y las temáticas se eligen
en el grupo dinámicas creativas en Facebook.
*¿Querés leer más Veo Veos? Los podés encontrar acá: Caminomundos , Anmeris Mazzeo , Huellas en Mi , La de Ojos Abiertos , Prometeo Poeta , Pensadora , Tentación Creativa , Dream in Images , Hey Hey World , Mi Carnívoro y yo , V de Viajera , CaminarteMundo , Magia en el Camino , Babelia Heterogenea ,caminando por el globo , Días Nómade , Bitácora Viajera , Mi Vida en una Mochila , Los Viajes de Nena , LatinAmericando , AyeDJRomano