Sí, leíste bien, imaginate estar
ocho metros bajo el agua y que te pase una ballena por arriba… Pero, bueno,
toda historia tiene un principio y esta empieza así.
Estar tan cerca de Puerto Madryn
y no hacer alguna inmersión en la Capital Nacional del Buceo era poco menos que
una locura. Es así que cuando las condiciones climáticas fueron las
convenientes fuimos hacia allí. ¿Qué quiero decir con esto de las condiciones
climáticas? Que Puerto Pirámides y Puerto Madryn son bahías que están
enfrentadas, entonces cuando en una hay viento desfavorable en la otra no hay
ningún inconveniente para la navegación. Y eso es un buen dato para poder aprovechar
bien no sólo lo que la península tiene para conocer sino también todo lo que se
puede visitar en su ciudad vecina. Ese día había viento sur en Pirámides por lo
que pusimos rumbo a Madryn.
El contacto lo había hecho con
Abramar, una operadora que me había recomendado un amigo (si los querés
contactar hacé click acá). Ellos están en la parte más linda de la costanera -que
de por sí está buenísima-, cuando se termina la parte más céntrica y van
quedando pequeños negocios y muy lindas casas con una envidiable vista al mar
azulísimo. Nos recibió Mariana, la dueña, y mientras esperábamos para hacer la
salida pudimos disfrutar, desde la playa, de una ballena que muy tranquila
sacaba su cola que se recortaba contra el muelle. Es como que no te dejás de
sorprender nunca de la permanente presencia de la naturaleza en esta zona.
A eso de las 10 y pico ya
estábamos listos todos los que seríamos de la partida, Fer, el instructor,
Gaby, su ayudante, Romina, que hacía su bautismo, Leticia, que vino de
acompañante todavía excitada por su snorkel con lobos marinos, y yo, que iba a
bucear (con una ballena, sí, aunque todavía no lo sabía).
Si le dicen la Capital Nacional
del Buceo no es por nada, hay gran cantidad de puntos para sumergirse y
disfrutar de la flora y fauna del lugar. Por ejemplo, más de cinco naufragios, que, en su
mayoría, se encuentran a poca profundidad lo que permite poder ir si sos un
buzo open water. Entre ellos, hay buques grandes como el Folias y el Miralles
que, además, está apto para penetrar en su puente y sala de máquinas (ése es
para Advanced), y otros de interés arqueológico como el Emma; también varios parques submarinos naturales y
artificiales, y la vedette de las actividades acuáticas: el snorkel con lobos marinos. En fin,
muchos. Nosotros fuimos a Punta Cuevas, que es uno de los lugares indicados
para bautismos.
¿Qué podés ver ahí abajo? Es un
fondo arenoso-rocoso con pequeñas restingas (que son unos bancos de arena
chicos, digamos) con mucha flora (algas verdes, rojas y pardas) y donde
encontrás meros, turcos, pulpos, estrellas de mar, moluscos, cangrejos, entre
otras cosas. O sea, si te gusta la naturaleza te podés quedar colgado mirando
frente a una pequeña cueva toda la vida que hay ahí. Y seguís un cangrejito en
su gracioso caminar y te quedás con una estrella que está haciendo la digestión
(sí, llegamos a la hora del almuerzo) o te reís con un turco que encara la
cámara enojado, cual estrella de cine frente a un paparazzo. Es que, es
imposible aburrirte en un buceo, por lo maravilloso del paisaje acuático y por
la sensación (genial, a mi gusto) de volar bajo el agua.
¿Qué pasa con la temperatura? No
molesta para nada. No soy el tipo más friolento del mundo pero tampoco el más
valiente y en ningún momento pasé frío. Los chicos te dan un traje de 7mm de
dos piezas (son los más abrigados, descontando el traje seco, que requiere
otras habilidades) y guantes y casco, así que en el único lugar donde sentís el
agua fría es en la boca, y vos estás tan entretenido que ni te das cuenta. Para
cuando salís te reciben con una campera y una bebida caliente que ayuda, y
mucho, a paliar la diferencia de temperaturas.
¿Qué pasó con la ballena? Je, la
historia es más o menos así. Después de dar una primera vuelta por Punta Cuevas
con Fer para probar bien la flotabilidad, subimos, él se quedó trabajando con el
bautismo en superficie y me dejó bajar
por el cabo para quedarme un poco por abajo. Y ahí estaba yo, con mi camarita,
siempre mirando de reojo el ancla. Paso por encima de unas algas y descubro un
cangrejito, muy simpático, caminando; una buena oportunidad para seguir
practicando fotografía submarina* que es bastante difícil. Cuando estoy
siguiendo a mi pequeño amigo crustáceo tratando de hacer foco, alguien me toca
la espalda, me vuelvo sorprendido y era Fer que me empieza a hacer señas de que
subamos. Yo no entendía nada, ¿nos tendríamos que ir a otro lado?, no lo sabía,
pero había algo en el brillo de sus ojos que me llamaba la atención. Y mientras
vamos subiendo, él me hace el gesto como si estuviese abrazando a un gordo, lo
hace insistentemente. ¿Qué le pasa a este tipo?, pensé. Llegamos a la
superficie y me dice: ¿viste a la gorda? ¡Una ballena te pasó por arriba! ¿La
viste?
¿Me estás jodiendo?, le dije, y
me señaló hacia el mar. Y ahí estaba la señorita, sí, sí, paseando su lomo y
echando vapor, a unos 20 metros de donde estábamos, yéndose lentamente como
para que me quede claro que no iba a haber una segunda oportunidad. Sí, amigos
lectores, el tren de la ballena sólo pasa una vez y, si no lo viste, perdiste.
Y no hubo consuelo para este servidor, ni siquiera ver el lomo estando metido
en el agua. Es como cuando tus padres te cuentan cosas que hiciste en tu
infancia pero que vos no tenés el verdadero recuerdo de haberlo hecho.
Y después dimos otra vuelta
completa con Fer, y paseamos y vimos estrellas y turcos, pero no había caso, en mi
cabeza me martillaba un solo pensamiento: ¡cómo
no te vas a dar cuenta si una ballena de 13 mts de largo te pasa por arriba! ¡Cómo
te vas a quedar grabando un cangrejito!
Ya en la operadora, nos
quedamos tomando mate, charlando, mirando fotos, riéndonos de la ballena que me
perdí; disfrutando de la buena onda que siempre tiene la gente que está en esta
actividad. Claro, cómo no van a tener buena onda si trabajan haciendo lo que
les gusta, lo que te hace preguntar por qué vos lo hacés sólo un par de semanas
al año. Pero esta no es la crónica de mis preguntas existenciales sino
del día que buceé con una ballena pero no la vi porque estaba viendo un
cangrejito. En fin, amigos, he aprendido la lección, a partir de ahora
bucearé siempre boca arriba, es verdad, me perderé de peces raros, tiburones,
rayas, cangrejos de los más diversos…pero nunca, nunca más una ballena me va a
tomar desprevenido. No, señor.
* Las fotografías submarinas y parte de los videos son gentileza de Fernando, de Abramar Buceo.